La Provenza francesa está ligada para siempre a la Historia del Arte. En su luz y en sus paisajes se inspiraron grandes maestros de la pintura del siglo XX, de Matisse a Cézanne, pasando por Derain, Gauguin o Braque. También Picasso, quien buscó refugio, durante los últimos años de su vida, en esta hermosa y soleada región del sur de Francia. Buscaba la luz del Mediterráneo. Aquí falleció el artista malagueño en 1973 y aquí reposan sus restos mortales, junto a los de su esposa Jacqueline. Recorremos los enclaves por los que transitó el genial malagueño.
Se convirtió en un paraíso para los artistas de las vanguardias y nutrió la creatividad de algunos nombres fundamentales del arte del siglo XX. Su intensa luz, sus hermosos paisajes, su historia y su cultura alimentaron su genio. Picasso también cayó rendido a sus encantos. La Provenza francesa, cuyo nombre evoca por sí solo el olor a la lavanda, invita hoy a recorrer los escenarios por donde transitó el pintor malagueño. La ruta puede trazarse a gusto del viajero, pero hay algunos enclaves que resultan imprescindibles para empaparse del irresistible influjo que esta región de Francia ejerció sobre el autor del “Guernica”.
MARSELLA. Es la puerta de entrada a la Provenza, una de las ciudades más antiguas de Francia y la segunda más grande en cuanto a tamaño. Aquí a Picasso se le despertó un inmenso amor por la artesanía y no tardó en encontrar maestros, y amigos, que le adiestraron en el manejo de la madera (Paco Durrio), la cerámica (Suzanne y Georges Ramié), la orfebrería (François Hugo), el linograbado (Hidalgo Arnéra), el cine (Robert Picault), el textil (Marie Cuttoli) y la chapa recortada (Lionel Prejger). Con aquellas lecciones y su genio, Picasso dio a luz infinidad de obras en unos años de esplendor creativo.
Hay mucha luz en esta ciudad que mira al Mediterráneo. Más de 300 días al año luce el sol en esta urbe que cuenta con un patrimonio natural de primer orden que va salpicando su espacio de parques y refugios verdes. Ya lo anunció Colette: “Marsella es la ensordecedora calle Canebière, el puerto azul, los barcos blancos, el encaje de las jarcias y los mástiles”.
El punto de partida de la ruta picassiana debe ser, más allá del maravilloso Puerto azul al que aludía Colette, el moderno Museo de Civilizaciones de Europa y el Mediterráneo (MuCEM), un magnífico centro de arquitectura imposible. La ciudad aprovechó la designación de Capital Europea de la Cultura en 2013 no sólo para levantar museos como éste (www.mucem.org), sino para remozar la infraestructura urbana y cultural de la ciudad y, así, lo que antes era un barrio degradado, sucio y marginal ahora se ha transformado en una Y es que Marsella cuenta con un buen número de museos, desde el de Historia, que da fe del esplendor de su pasado griego y romano, hasta el de Bellas Artes y el Museo Cantini, que posee también algunas obras de Picasso, por no hablar de la construcción de Le Corbusier denominada en su tiempo “la maison du fada” o la Torre CMA CGM de la arquitecta Zaha Hadid.
Si hay tiempo, merece la pena adentrarse en el cercano macizo de los Calanques, con sus cristalinas calas de color turquesa, que invita a practicar, durante todo el año, actividades deportivas en plena naturaleza.
AVIÑÓN. Picasso descubrió muy pronto, en 1914, la ciudad de los papas, si bien ya había intuido el encanto de la Provenza dos veranos antes, cuando se instaló temporalmente en Sorgues “para refugiarse del mundo” junto a sus amigos Braque y Derain. Comenzó entonces su historia de amor con una tierra que sólo se acabaría con la muerte del artista en 1973.
También designada Capital Europea de la Cultura (año 2000), Aviñón conserva numerosas obras de Picasso en el Museo Angladon Dubrujeaud, un viejo palacete donde también están representados otros artistas geniales como Van Gogh, Cézanne, Degas, Modigliani, etc.
Desde luego, el viajero debe admirar el recinto amurallado de la ciudad y visitar el Palacio de los Papas que, con su imponente presencia, seguramente admiró Picasso. Esta mole arquitectónica recuerda que Aviñón fue durante la Edad Media la capital de la cristiandad, pues no en vano albergó a siete representantes de la Iglesia Católica entre los años 1305 y 1378. También se hace imprescindible visitar el mítico puente Saint Bénézet, construido en el siglo XII y más conocido como “el pont d’Avignon”. Hoy, gracias a una canción infantil que se ha ido transmitiendo de padres a hijos, es uno de los grandes símbolos de esta ciudad y forma aparte del Patrimonio de la Humanidad desde 1995.
No se sabe quién dijo que la Provenza es una tierra bendecida por los dioses, pero lo cierto es que la calma y la paz que transmite este región del sur de Francia es casi religiosa. Por ejemplo, Víctor Hugo atribuyó a Aviñón, la ciudad de su mujer, palabras cargadas de admiración. “Llegar a Aviñón con una hermosa puesta de sol de otoño es algo admirable. El otoño, el sol poniente y Aviñón forman una perfecta armonía”, escribió sobre esta ciudad que, desde hace 70 años, se ha convertido en la meca de los “teatreros”. Durante tres semanas de julio, lo mejor de la escena mundial se concentra en torno al mítico festival de teatro que puso en marcha, nada menos que en 1947, el cómico Jean Vilar. En la actualidad, lo dirige Olivier Py y en su programación siempre aparecen los nombres más prestigiosos del teatro contemporáneo.
ARLES. No es difícil imaginar que Picasso se quedara prendado de este enclave de origen romano que cuenta con siete monumentos y espacios declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Situada en la desembocadora del Ródano, fue una de las ciudades de la Provenza que más le inspiró, seguramente por las corridas de toros a las que tan aficionado era, que se celebraban en su monumental plaza, construida por los romanos en el siglo I de nuestra era. De aquí surgió su mítica pintura “L’Arlesienne”, así como una serie de excelentes retratos. Tan querida le resultó la ciudad que, ya en vida, legó 57 dibujos y dos pinturas al Museo Réattu (museereattu.arles.fr).
El teatro antiguo, que data de los primeros años del reinado de Augusto; las termas de Constantino, la necrópolis de Alyscamps y el Parque Natural Regional de la Camarga son algunos de los atractivos de este destino “picassiano” tan vinculado a Van Gogh, quien vivió durante más de un año en la célebre “casa amarilla”.
Además de a Picasso, la armonía y la luz de los parajes de Arles atrajeron a otros muchos artistas. Van Gogh es otro de los grandes símbolos de la universalidad arlesiana. Se instaló en la ciudad en 1888 y en sólo 15 meses pintó más de 300 cuadros. Evidentemente, fue uno de los periodos más fecundos de su vida de pintor. Por eso, en abril de 2014, y para rendirle homenaje, se inauguró la Fundación Vincent van Gogh Arles, uno de cuyos objetivos es explorar la influencia del artista holandés en el arte contemporáneo.
Pero no sólo de pintores vive Arles. Por aquí anduvieron el modisto Christian Lacroix, los músicos Gipsy King, Chico y los Gypsies, el fotógrafo de moda Peter Lindbergh… Y el también fotógrafo Lucien Clergue, quien conoció a Picasso en 1953 y desde entonces fue alimentando una amistad con el malagueño que duró 20 años. En 1969, puso en marcha el festival “Les rencontres photographiques”, que todavía hoy, cada verano, sigue siendo una cita mundial para los amantes de la imagen.
AIX-EN-PROVENCE. Es la ciudad natal de Cézanne, en cuyas proximidades se yergue la mítica montaña Sainte-Victoire, tantas veces retratada por el artista francés. Picasso llegó aquí atrapado por la belleza del lugar y fue tal la pasión que le despertó la zona que, en la vecina localidad de Vauvenargues, se compró un castillo en 1958.
El Castillo de Vauvenargues lo adquirió cuando ya tenía en mente huir del bullicio de Cannes, donde estaba su anterior residencia, La Californie. El inmueble, del siglo XVII, fue remodelado por el artista y por su esposa Jacqueline, quienes lo habitaron sólo de 1959 a 1961, hasta que, en un arrebajo de los suyos, el pintor decidió mudarse a la cercana Mougins para tener a mano un médico, si bien no se deshizo de él. De hecho, los restos mortales de Picasso y de Jacqueline descansan aquí. El genial malagueño fue enterrado en abril de 1973 en Vauvenargues envuelto en una capa española regalo de su esposa. Y ella fue inhumada junto al pintor cuando se quitó la vida en 1986.
Aix invita a dar un paseo tranquilo, una caminata apacible por la principal arteria de la ciudad, el Cours Mirabeau, siempre animado con sus cafés, mercados y tiendas de multicolores jabones y perfumes artesanos con olor a lavanda. Y es que, convertida en el símbolo del interior de la región, la flor de la lavanda tiñe de color los paisajes de esta zona en la que abundan los comercios que venden perfumes y jabones aromáticos vinculados a esta planta. No en vano el escritor francés Jean Giono aseguraba que “la lavanda es el alma de la Provenza”.
El taller de Cézanne, en medio de un paisaje arbolado, se ha convertido en un lugar de peregrinación para los admiradores del artista en esta ciudad que, cada año, desde 1948, acoge un Festival de Arte Lírico (www.festival-aix.com) que presta especial cariño a las óperas de Mozart . A él acudía Picasso –“Yo soy el nieto de Cézanne”, decía- y le gustaba hacer una paradita en la terraza de la popular y céntrica brasserie “Les Deux Garçons”.
Atención: no hay que dejar de visitar el Museo Granet (www.museegranet-aixenprovence.fr) y la capilla de los penitentes blancos con su importante colección de arte del siglo XX.
LES BAUX DE PROVENCE. Aupado sobre el macizo de los Alpilles, en un promontorio rocoso, está catalogado como “uno de los pueblos más bellos de Francia”, donde en su tiempo las canteras vaciaron una buena parte de las hermosas montañas calizas de la zona. Precisamente, en una vieja cantera conocida como “la catedral de las imágenes” o “la cantera de las luces”, se proyectan en la actualidad, en un alarde de la técnica, documentales impresionantes por su singular y fantástico escenario. Picasso visitó este pueblo en numerosas ocasiones y aquí se estrenó como actor, en 1959, de la mano de Jean Cocteau. No le debió resultar difícil su papel en “El testamento de Orfeo”, porque el malagueño interpretaba a un pintor en las canteras de luces.
Este abrupto y caprichoso paisaje inspiró a numerosos artistas. Por poner sólo un ejemplo, en la vecina localidad de Saint-Rémy de Provence, donde existen numerosos vestigios romanos, Van Gogh pasó los últimos años de su vida.
MÉNERBES. Situado a 40 kilómetros de Aviñón, es el escenario del romance de Picasso con Dora Maar, que se convirtió en su modelo en el verano de 1936. Más tarde, el artista le regaló, tras la ruptura de la relación, la casa que había adquirido a cambio de una de sus obras. Posteriormente, el malagueño regresó a esta localidad con su nueva compañera, François Gilot.
Ménerbes está también catalogado como uno de los pueblos más hermosos de Francia. Es muy pequeño, pero tiene lugares de interés, como la Ciudadela, una pequeña fortaleza del siglo XVI, o el Chateau du Castellet. Sus estrechas calles, plagadas de casas de época, conducen hasta la plaza del Ayuntamiento, con edificios del siglo XV. Para los amantes de las curiosidades, tiene un singular Museo del Sacacorchos.
En sus inmediaciones, se halla el Parque Natural Regional du Luberon (www.parcduluberon.com) declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco.
MOUGINS. Encaramado en lo alto de una montaña, este encantador pueblo provenzal figura en todos los libros de Historia del Arte como el lugar donde murió Picasso. El taller y su casa Notre Dame de Vie fueron inmortalizados por grandes de la fotografía, como Villers, Doisneau, Clergue… Quizá por eso cuenta con un interesante Museo de la Fotografía que lleva el nombre de André Villers. Además, este pueblo medieval se ha convertido en un destino gastronómico, ya que dos de sus restaurantes cuentan con estrellas en la guía Michelin: “Moulin de Mougins” y “Restaurant Candille”.
INFORMACIONES PRÁCTICAS
PARA COMER:
Recomendamos dos restaurantes con mucho arte.
1. En Aix-en-Provence, la brasserie Les Deux Garçons, con su animada terraza y sus salones clásicos, ofrece una carta discreta, pero el establecimiento tiene mucho encanto. Aquí Picasso compartió tertulia con Cézanne y Cocteau.
2. En Arles, Le Café de la Nuit (11, Place du Forum) es un clásico. Su terraza de intenso color amarillo fue inmortalizada por Van Gogh en un lienzo. Las autoridades del turismo dicen que sus actuales propietarios viven de esa renta.
PARA LLEGAR:
Los trenes de alta velocidad de Renfe-SCNF en Cooperación permiten al viajero descubrir en poco tiempo las huellas de Picasso y sumergirse en Aviñón, la ciudad de los papas, en Aix-en-Provence, en Arles o en la cosmopolita Marsella. Todos los días sale un tren de Madrid, de la Estación Puerta de Atocha, en dirección a Marsella. El trayecto dura algo más de siete horas y, ya en territorio francés, tiene paradas en Narbonne, Béziers, Montpellier, Nimes, Aviñón y Aix-en-Provence antes de alcanzar el destino final. El precio: a partir de 50 euros por trayecto en clase turista.
En avión, hay vuelos diarios desde Madrid a través de Iberia, British Airways y Air Nostrum a partir de 62 euros el trayecto.
MÁS INFORMACIÓN:
Turismo de Francia y Turismo de la Provenza abren sus puertas al visitante para ofrecer todo tipo de ayuda y colaboración. Para acceder a una información general, se pueden visitar las webs
www.tourismepaca.fr y http://es.france.fr/
Turismo de Aviñón: avignon-tourisme.com
Turismo de Arles: arlestourisme.com
Turismo de Aix-en-Provence: aixenprovencetourism.com
Turismo de Marsella: marseille-tourisme.com
Festival de Teatro de Aviñón: festival-avignon.com