Más allá de la guerra, está Sudán. Más allá de los conflictos bélicos, de la pobreza, de miedos, más allá de tópicos, está Sudán. Un país que vive, que siente, que eriza la piel. Un país sin turistas… aún. Sudán ha metido la marcha del cambio y espera atraer a cinco millones de visitantes para 2019. No lo sabemos, pero por eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor, ahora es tu momento.
1-Más Pirámides… y negras
Hasta 220 pirámides se cuentan. Quizás no tan grandes como la de Egipto, pero sí más numerosas y más negras. Sí, llamadas así porque surgieron bajo el mandato de los faraones negros. Estos levantaron una ciudad fascinante sobre los restos de una urbe conocía como Meroe, repleta de templos, santuarios, palacios y edificios de la corte. Durante las excavaciones han encontrado un denso campo de mini-pirámides, que van desde los 75 centímetros hasta casi un metro, donde las más pequeñas aparecen construidas sobre tumbas infantiles. No deja indiferente a nadie.
2-A falta de un Nilo… dos
Nilo Blanco y Nilo Azul. El río Nilo Blanco nace en Uganda y al confluir en Jartum con e Nilo Azul (que nace en Etiopía) da nacimiento al río Nilo.
Como si de dos hermanos se tratara, pero con caracteres muy diferentes. El Nilo Azul con sus crecidas no es fácil. Rápidos que complican la navegación; bandidos, cocodrilos, un calor asfixiante y parásitos que puede provocar enfermedades febriles al turista que se acerca sin tomar las precauciones debidas. Pero el espectáculo merece. En Jartum, la urbe de 5 millones de personas, ambos se dan la mano para seguir sólo en un cauce. El Azul aporta alrededor del 80 por ciento del caudal total del Nilo.
Para los poetas, el Nilo es una brecha verde que rompe y rasga esa tierra seca. Que la parte. El Nilo es vida, es verde, las palmeras nacen con ganas y las casitas de adobe que brotan en su vereda se antojan palacios. Humildes, pero con el privilegio de ser testigos de un espectáculo único. Entra. Serás bienvenido.
3-Los sudaneses
Sudán es especial, un crisol de culturas donde todo es posible. A la lista de recomendaciones de qué ver si viajas a Sudán hay una que no te puedes saltar. Y no hablamos sólo de sus pirámides; el plus de este viaje lo da su gente. Sudaneses amables y hospitalarios con los que tendrás oportunidad de compartir comidas, tés, veladas. No te sorprendas si te invitan a dormir en sus aldeas. Donde quiera que vayas encuentras una multidiversidad que enriquece el viaje y al viajero. Hay raíces griegas, del imperio otomano, de la península arábiga, de la India… El país aloja casi 200 grupos étnicos que hablan más de 900 lenguas y dialectos, aunque algunos más pequeños han desaparecido. No te preocupes si no sabes en qué idioma hablar. Su sonrisa rompe cualquier muro. Y su sopa. Para los que gustan del arte de la cuchara, han encontrado el paraíso. No podrás negarte a tomar sus guisos. Ni dejar de visitar el pueblo nubio. Imprescindible si se viaja a Sudán.
4-Su economía
El futuro del país pasa por un crecimiento económico y un desarrollo que asegura y alarga su vida. Es feo hablar de dinero pero… toca. La madre tierra lo es todo (la agricultura empleaba al 75% de la mano de obra y contribuía al 31,3% del PIB antes de la separación de Sudán del Sur) y cobra aún más peso tras su ruptura. Uno de los objetivos estratégicos del Gobierno es incrementar su productividad y desarrollar la agroindustria como fuentes alternativas al petróleo. Otro sector en el que se está haciendo un especial esfuerzo por desarrollar es el de las industrias extractivas, en especial, la minería del oro. Y la industria del turismo de un país virgen en la materia.
Sudán está llamado al turismo y nosotros llamamos a la responsabilidad de un turismo solidario y responsable. Un turismo con y por ellos. No tropecemos dos o tres o cuatro veces en la misma piedra.
5. El país de los adjetivos
Alguien dijo de Sudán que irás, pero no volverás. La gente vuelve, no hay otra. Pero con el corazón ‘partío’, como diría Alejandro Sanz. Con el alma encogida por dejar atrás una tierra soñada e inimaginada. Sudán lo es. Por su continente y por su contenido. Por su geografía y su gente. Arcoíris de azules, ocres, blancos, amarillos, tierra. Colores en tres dimensiones porque se ven, pero huelen y penetran de tal forma en uno que será difícil borrar y olvidar. Eso para Sudán no vale. Sudán huele. A vida, a gente, a ganas, a futuro. Su desierto, su lago y su mar, su montaña, su cielo en esos anocheceres que emocionan. Mirar el cielo sudanés justifica el viaje.
Suma y sigue adjetivos uno de los mayores parques naturales de la zona, el Dinder National Park de más de 10.000 metros cuadrados -una superficie similar a la de Líbano- con muchas especies animales y actividades de safari. Meroe, Djebel Barkal, las tumbas del Kurru y el templo de Soleb. Visitas casi en solitario que se graban a fuego. Como un tatuaje que no se puede borrar.
Y dijo el dramaturgo Jacinto Benavente: si la pasión, si la locura no pasaran alguna vez por las almas… ¿Qué valdría la vida? Y lo suscribimos aquí. Si algo se siente al llegar a Sudán, es la fuerza de su alma.