Recorremos, 71 años después de que lo hiciera Camilo José Cela, el viaje más famoso del Premio Nobel de Literatura. Desde Guadalajara a Pastrana, pasando por Torija, Cívica, Masegoso, Cifuentes, Zorita, Gárgoles de Arriba, Budia, Sacedón, Tendilla, La Puerta, Casasana, Pareja, Durón, El Olivar, Valdenoches… Un itinerario de novela.
6 de junio de 1946. Camilo José Cela, morral al hombro, se puso en ruta desde Madrid hasta un lugar desconocido para él, en el centro de la península, donde se topó con personas que nunca habría soñado y con paisajes que le dejaron gran impacto. Su intención era salir de la ciudad “a que no le pasase nada”. Sin embargo, aquella experiencia de 10 días y las emociones que le golpearon quedaron anotadas cuidadosamente en un cuaderno que acabaría siendo el germen de uno de los libros esenciales de la literatura del siglo XX: “Viaje a la Alcarria”.
Seguimos los pasos del escritor de Iria Flavia. Nos ponemos en camino para recorrer aquellos caminos y lo hacemos con la guía magistral del libro del que tanto se enorgullecen los alcarreños. Es un destino que está al alcance de la mano y que, seguramente por desconocimiento, alberga muchas sorpresas felices, “un hermoso país al que a la gente no le da la gana ir”, como dijo el propio autor.
Los más inquietos pueden reproducir la ruta andando, como Cela, saboreando cada paso, en una aventura de, exactamente, 293,9 kilómetros. Pero tampoco es necesario hacer tal peregrinaje para transitar la esencia de la Alcarria porque, apenas dos o tres días en coche o moto, son suficientes para captar el alma de este pueblo, bendecido, curiosamente, por la naturaleza y el agua.
“El viajero va lleno de buenos propósitos: piensa rascar el corazón del hombre del camino, mirar el alma de los caminantes, asomándose a su mirada como al brocal de un pozo”, dejó escrito el autor de “La colmena” ya con la mochila al hombro.
Parte Cela de la estación de Atocha, a donde ha llegado temprano, y llega a GUADALAJARA en un tren de Cercanías, donde descubre el hoy resplandeciente Palacio del Duque del Infantado “en el suelo. Es una pena”, dijo. Hoy, afortunadamente, este magnífico edificio del siglo XV, rehabilitado con mimo, aspira a convertirse en Patrimonio de la Humanidad.
Llegamos a TORIJA, donde Cela, después de recorrer casi 23 kilómetros, se refrescó en el zaguán del Parador. La localidad recuerda al Nobel en el Castillo, que alberga el Museo del Viaje a la Alcarria, con recuerdos del escritor.
La segunda etapa del viaje pasa por BRIHUEGA, la localidad que, según Cela, “tiene un color gris azulado”. Nos reciben golondrinas, vencejos y otras aves que otean, con una sinfonía de trinos, la estampa frondosa y verde de esta localidad situada junto al valle del Tajuña. Tiene un atractivo conjunto monumental en su casco histórico, con un buen número de iglesias románicas a cual más hermosa, desde la de San Felipe hasta la de Santa María de la Peña, patrona de la villa.
La siguiente parada es MASEGOSO, un pueblo “de color plata” donde hoy se levanta un interesante Museo del Pastor. Y de Masegoso a CIFUENTES, considerada la capital de la Alcarria y cuyo nombre remite al gran número de manantiales que forman el río de idéntico nombre. Cela recorrió sus calles y se detuvo a contemplar la espectacular portada románica de la Iglesia del Salvador. Hay, desde aquí, seis kilómetros hasta GÁRGOLES DE ABAJO, donde abundan las cuevas y las bodegas que almacenan el vino desde el siglo XII. Y enseguida alcanzamos TRILLO, oasis de la Alcarria, donde desemboca el río Cifuentes y el cauce del Tajo revienta en múltiples cascadas, riachuelos y torrentes. El puente del siglo XVI que cruza sus orillas es el símbolo cultural de la ciudad , junto a la Iglesia de Santa María de la Estrella, del siglo XVI, y las ruinas de la abadía de Santa María de Óvila, del siglo XII.
El siguiente trayecto, el que va de Trillo a VIANA DE MONDÉJAR, lo hizo Cela a lomos de una mula de nombre Jardinera. Ya no hay carros ni burros ni mulas en la Alcarria, como los que pudo contemplar el escritor, quien, como Juan Ramón y su Platero, otorgó alma a sus animales. Habla en su novela del burro Gorrión con una singular ternura: “Gorrión en la albarda lleva cosido un papel que dice: Cógeme, que mi amo ha muerto”. Fue en este destino, al salir al terreno llamado de la Fuente de la Galinda, donde, según Cela, “aparecen erizadas, violentas, las Tetas de Viana”. Hay senderos que invitan a subir a la cima, porque las vistas son inmejorables, pero Cela ni siquiera lo intentó.
Después de atravesar LA PUERTA y cruzar el río Solana sobre uno de los puentes medievales más importantes de la Alcarria, llegamos a BUDIA, “un pueblo grande” según Cela, “con casas antiguas, con un pasado probablemente esplendoroso. Las calles tienen nombres nobles, sonoros…”. La bajada a DURÓN desde EL OLIVAR permite divisar un elemento importante que el Nobel no vio porque no existía: el Pantano de Entrepeñas. Y es que las infraestructuras y pantanos han modificado un poco la geografía de la zona, transitada por una excelente red de carreteras, lo que no impide contemplar, por ejemplo, en el camino hacia PAREJA, un sinfín de colmenas, esas cajas misteriosas donde uno imagina a un ejército de abejas haciendo miel a destajo bajo la mirada de una jefa implacable.
Tras una breve parada técnica en CASASANA, nos encontramos con el Monasterio de Santa María de Monsalud, de la orden del Císter, que fue fundado por Alfonso VIII a finales del siglo XII, antes de alcanzar SACEDÓN, un pueblo rico y animado ya en la época de Cela.
PASTRANA es uno de los destinos estrella de la ruta por la Alcarria. Regada por el río Arles, el trazado de la villa es de la época medieval y su singularidad está unida a nombres decisivos de la historia de España, como la princesa de Éboli, que estuvo encerrada más de 11 años en el Palacio Ducal, o Santa Teresa de Jesús, quien fundó aquí, en 1569, el convento del Carmen. Imprescindible es la visita al Museo de la Colegiata, donde se hallan los singulares tapices de los que habló Cela en su libro y que entonces no estaban en la localidad, a pesar de que los vecinos no paraban de reclamarlos. “Un día y otro, pero sus voces caen en el vacío”, escribió Cela. Y es que Pastrana, además de a la Historia, está muy vinculado a la literatura, pues otro escritor célebre, Moratín, engendró en esta villa su divulgado “El sí de las niñas”.
Nos estamos aproximando al final del viaje. Toca ya la despedida, pero no antes de llegar a ZORITA DE LOS CANES y visitar el vecino Parque Arqueológico de RECÓPOLIS, una ciudad visigoda levantada por el rey Leovigildo en honor de su hijo Recaredo. Situada en una curva del Tajo, cuenta también con una alcazaba árabe del siglo IX que jugó un papel decisivo en la Reconquista.
15 de junio de 1946. Final de etapa. Con el morral al hombro, ya casi vacío, y el corazón alegre tras la aventura alcarreña, Cela regresa a Madrid. Con pena, con añoranza, con ganas de contar todo lo que había visto y anotado en su cuaderno… y grabado en su alma.