Uno no se puede imaginar los tesoros escondidos que encierra la provincia de Guadalajara. Monasterios de clausura intactos, restos de salinas que algún día fueron las de mayor producción de la península, castillos acá y allá, puentes románicos, restos de acueductos romanos ya caducos y sin función, palacios nobiliarios a puñados, fragmentos de murallas, molinos… Y hay más, porque el Geoparque de la Comarca de Molina-Alto Tajo sorprende, y mucho, por sus caprichosos paisajes, llenos de barrancos, impresionantes formaciones geológicas y aguas torrenciales. Y por el río que los serpentea, como si éste bailara sinuosamente sorteando irregulares curvas y al que el novelista José Luis Sampedro dedicó uno de sus mejores libros.
Patrimonio histórico, cultural, medioambiental, etnográfico, geográfico y gastronómico. De todo esto hay en la Comarca de Molina-Alto Tajo, una zona tan impresionante como desconocida en la parte oriental de la provincia de Guadalajara. La abundancia de estos ingredientes dio como resultado, en 2014, la adscripción a una categoría mundial, la de Geoparque de la Unesco, que tiene como objetivo último impulsar el desarrollo de esta comarca con tanta riqueza geológica y natural y, al mismo tiempo, alarmantes niveles de despoblación.
Un desierto demográfico
El Geoparque de la Comarca de Molina-Alto Tajo abarca 78 municipios y ocupa un tercio de la provincia de Guadalajara, en la linde de las provincias de Cuenca, Teruel, Zaragoza y Soria. Es el primer y único geoparque de Castilla-La Mancha, el de mayor extensión de España y uno de los más grandes del mundo. Son, en total, unos
4.400 kilómetros cuadrados y está poblado por poco más de 10.000 habitantes, de los cuales una tercera parte reside en Molina de Aragón, el principal núcleo residencial de la zona, con categoría de ciudad. La densidad de población es muy baja, apenas 2 habitantes por kilómetro cuadrado. Es prácticamente un desierto demográfico, seguramente por la ausencia de focos industriales.
Sin embargo, de lo que no carece este bellísimo y desconocido territorio es de paisajes de infinita belleza y muy bien conservados, producto de una diversidad geológica, que permitiría, según los especialistas, relatar los últimos 450 millones de años de la historia de nuestro planeta.
Reclamos turísticos
Hay tantos reclamos turísticos en la zona que resulta imposible enumerar todos, por lo que vamos a destacar sólo algunos de los más sobresalientes. Empezaremos por la Cueva de los Casares, un yacimiento de grabados rupestres de 50.000 años de antigüedad situado en Riba de Saelices, en cuyo cerro se halla la fortificación de una antigua población musulmana, una torre califal de planta cuadrada, pues no olvidemos que por estas tierras anduvieron no sólo los hombres del Paleolítico Medio, sino también los árabes y hasta el Cid Campeador. Es el yacimiento más importante de este tipo del interior de la península Ibérica y en el mismo se pueden admirar caballos, ciervos, rinocerontes lanudos y ciervos. La visita sólo es posible tras concertar cita previa con la Asociación de Amigos del Museo de Molina (teléfono 949 831 102).
Otro de los atractivos de la comarca es el monasterio cisterciense de Buenafuente del Sistal, cuyas aguas llevan susurrando en este espacio de oración y de clausura durante más de ocho siglos. El guitarrista Narciso Yepes daba aquí conciertos de forma desinteresada para dar a conocer esta joya del arte de finales del siglo XIII y, cuando murió, las cenizas del compositor fueron esparcidas, por expreso deseo suyo, por el huerto de clausura del monasterio. Merece la pena acceder a su interior y guardar silencio, porque el manantial de la Buenafuente brota en la misma iglesia y se escucha perfectamente, como si fuese una oración, el murmullo del agua al caer. Y si hay tiempo, una sugerencia: alojarse, por la voluntad, en la casa de acogida del monasterio. Una experiencia verdaderamente religiosa.
Agua por todas partes
Hay que visitar también el cañón del río tajo desde el Mirador de Zaorejas, desde donde se pueden contemplar imponentes y extrañas formaciones geológicas, como la cascada de El Campillo o La Escaleruela, moldeadas ambas a partir de la roca más joven del parque natural, la toba. Hay zonas en las que está permitido el baño, como las espectaculares playas naturales que forman los ríos Tajo y Gallo, cada uno con aguas de diferente color, junto al puente de San Pedro.
No hay que dejar de admirar el impresionante Barranco de la Hoz, cincelado en roca arenisca de color rojizo, junto a una ermita y un monasterio que, dicen, tiene orígenes templarios. Hay farallones rojizos de varios cientos de metros de desnivel y representa uno de los reclamos más importantes de la provincia. El vecino Centro de Interpretación La Dehesa de Corduente permite tener una aproximación didáctica a esta tierra tan rica en paisajes caprichosos, que acoge el Parque Natural del Alto Tajo, creado con esta categoría medioambiental en el año 2000, o ver cómo se ha formado el particular relieve de la Sierra de Caldereros.
De Zafra a Molina
Además de contemplar el hermoso entorno que el río Tajo deja a su paso por Peralejos de las Truchas, seleccionado como uno de los pueblos más bonitos de España, hay que ir a visitar el Castillo de Zafra, que se alza sobre una atalaya rocosa, más popular ahora que nunca gracias a una serie de televisión, alguno de cuyos capítulos se rodaron junto a sus murallas: “Juego de tronos”. De propiedad privada, el castillo fue adquirido por 33.000 pesetas en 1971 y restaurado en los años siguientes de una manera casi artesanal. Si alguien quiere profundizar en cómo se realizó esta ímproba tarea, no tiene más que preguntar por el apicultor Miguel Ángel Casado, ya que él participó de niño en esta hazaña junto a su padre.
La principal ciudad de la comarca, Molina de Aragón, merece una visita reposada, tal es la abundancia de palacios e iglesias, además de murallas, fortificaciones, puentes, etc. Cuenta con uno de los conjuntos histórico-artísticos más importantes de Castilla-La Mancha. Es imprescindible visitar los barrios de la Morería y la Judería, que nos hablan de un pasado señorial y multicultural de paz y convivencia.
¿Y qué decir del encanto de su gastronomía? La morcilla de Molina, la trucha del río Tajo, el cordero asado, los boletus o la miel de la Sierra de Caldereros deben degustarse en cualquiera de los restaurantes locales que salpican la geografía del Geoparque. Hablamos, por ejemplo, del Hotel Peña Rubia, en Zaorejas; de Los Acebos, en Peralejos de las Truchas, o del Palacio de los Molina, en Molina de Aragón. Es todo un descubrimiento este Geoparque de la Comarca de Molina-Alto Tajo. Un placer para los sentidos, un diamante en bruto para los que huyen del mundanal ruido, un lujo a apenas dos horas de Madrid.