Nadie duda a estas alturas de que la invención de la fotografía modificó radicalmente la forma de ver el mundo y de representar la realidad. Nacida dentro del corsé industrial, la fotografía ha tenido que luchar lo suyo para introducirse en el ámbito del arte.
Sin embargo, desde sus primeros compases, fascinó a los pintores, escultores y grabadores de entonces, especialmente a los impresionistas. Hasta el punto de que se inspiraban en los temas, los ángulos y las perspectivas que inmortalizaban con su cámara los pioneros de la fotografía. A este tema precisamente dedica el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza la exposición “Los impresionistas y la fotografía”, que estará abierta al público hasta el próximo 26 de enero.
Con 66 óleos y obras sobre papel y más de 100 fotografías, la muestra pretende dejar patente la repercusión que tuvo la fotografía en el desarrollo de las artes plásticas en la segunda mitad del siglo XIX. Fue una invención tan impactante la de la fotografía que el propio Charles Baudelaire se opuso a esta técnica porque estaba convencido que iba a suponer el fin de la poesía y del arte. No fue el caso, sin embargo, de los pintores impresionistas, que vieron en ella recursos que complementaban su concepción del arte, sobre todo los relacionados con la luz.
“Los impresionistas y la fotografía”, que reúne obras fundamentales de Edgar Degas, Monet, Renoir, Pissarro o Sisley, está articulada en torno a nueve capítulos temáticos. Se trata de “El bosque”, “Figuras en el paisaje”, “El agua”, “En el campo”, “Los monumentos”, “La ciudad”, “El retrato”, “El cuerpo” y “El archivo”.
La exposición, de la que es comisaría Paloma Alarcó, recuerda, en sus primeros pasos, que a los impresionistas les encantaba pintar paisajes al aire libre, especialmente el bosque de Fontainebleau o los parques de los alrededores de París. Y, en este sentido, aprendieron de sus amigos fotógrafos que el bosque era imposible de representar en su inmensidad y que sólo eran capaces de plasmar una parte fragmentada. Después, el bosque se transformó en el telón de fondo de escenas con figuras humanas, algo que practicó sobre todo Claude Monet. El visitante podrá comparar, por ejemplo, los retratos en exteriores de los familiares de Frédéric Bazille con los retratos fotográficos de grupo de Édouard Baldus. Porque las similitudes son evidentes.
Del objetivo al lienzo
El mar fue otra de las fuentes importantes de la que bebieron los impresionistas. Y por eso encontramos los paisajes marinos de Gustave Le Gray, con mares agitados de la costa de Normandía, frente a las pinturas de mares y nubes de Boudin y Monet. También los árboles reflejados en el agua de las fotografías de Olympe Aguado o Camille Silva guardan estrecha relación con las pinturas de Claude Monet o Alfred Sisley, muy interesados en la representación cambiante del agua.
Catedrales, puentes, fábricas…
A mediados del siglo XIX, el Gobierno francés contrató a varios fotógrafos (Édouard Baldus, Gustave Le Gray o los hermanos Bisson) para inmortalizar los monumentos históricos de Francia. Unas imágenes que despertaron el interés de los impresionistas, sobre todo por los edificios góticos, los puentes, las fábricas y los ferrocarriles. Surgen, así, nuevas perspectivas para el arte, como se puede comprobar en las pinturas de Berthe Morisot o Gustave Caillebotte.
Algo similar sucede con los retratos, que tomaron una nueva dirección a partir de la rápida comercialización de la fotografía. El retratista más famoso a mediados del siglo XIX fue Félix Nadar, quien inmortalizó a todos los intelectuales y bohemios de la época. Y tanto Manet como Cézanne o Degas hicieron uso de la fotografía antes de ejecutar sus retratos. La exposición del Thyssen muestra varias fotografías tomadas por Degas en 1895 en las que aparecen sus amigos.
Degas, el más fotográfico
No quedó ajena a la influencia de la fotografía la pintura de desnudos. Y así Degas, seguramente el pintor más fotográfico de los impresionistas, utilizó en sus óleos convenciones fotográficas, como la fragmentación del cuerpo y la espontaneidad de las poses. También utilizó la danza como medio para estudiar los cuerpos en movimiento, motivo por el que se pueden ver unas cronofotografías de Eadweard Muybridge, que son casi un anticipo de los fotogramas cinematográficos.
La exposición termina con una serie de fotografías de la obra de Édouard Manet tomadas por Anatole-Luis Godet por encargo del pintor, quien después las coloreaba con acuarelas transformando el documento en una obra original suya. Junto a ellas, se puede ver también el álbum “Veinte dibujos (1861-1896)”, una selección de 20 fotograbados de obras de Degas.
“Los impresionistas eran amigos de los fotógrafos y, como se puede comprobar en la muestra, adoptaron parte de sus enfoques”, afirmaba Guillermo Solana, director de Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. “Se produjo una simbiosis entre pintores y fotógrafos y compartieron la misma mirada”.